miércoles, 2 de agosto de 2017

Un sable para un artillero: Antonio Corsanego

                                                                                                 
(Actualizado a 17.04.2020)

En otras ocasiones ya he destacado que las situaciones excepcionales provocan reacciones excepcionales en personas que, aparentemente, serían incapaces de ellas. O bien sacan de su letargo a hombres singulares, que languidecían en una existencia similar a la del resto de los mortales.

Pues bien, hace unos meses tuve acceso a un sable que, junto a tratarse de una pieza muy atractiva y en perfecto estado de revista, porta consigo la historia de uno de estos hombres: el coronel de Artillería don Antonio Corsanego. Expondré aquí los pocos datos que sobre él he podido reunir, a falta de una investigación más profunda en archivos oficiales que, quizás en un futuro, yo mismo lleve a cabo. En todo caso los datos que he recogido proceden en general de fuentes suficientemente fiables y me parecían lo bastante interesantes como para exponerlos aquí.

Primero, el sable.

O espada-sable, pues de eso se trata. Es un Puerto-Seguro para oficial de Artillería, del modelo 1926, modificado en 1934. El modelo original de 1926 es una adaptación directa del antiguo modelo de 1862 para montar la hoja recta del sistema Puerto-Seguro, por lo que conserva su guarnición de latón sobredorado, con dos cañones cruzados bajo corona real. En los primeros años de la Segunda República la corona se hace mural, para ser sustituido el conjunto finalmente en 1934 por una bombeta flameante, otro emblema de antiguo e indudable sabor artillero.

Espada-sable Modelo 1926/34 para oficial de Artillería 

Decir que, sorprendentemente, existen ejemplares republicanos aún con la hoja curva de 1862, por lo que la transición a la hoja recta fue gradual y siempre al criterio del oficial que lo portaba. Lo que sí que fue riguroso fue la desaparición en 1931 de la corona real de las piezas antiguas, a veces modificadas con lima sin grandes miramientos, y su sustitución en las nuevas por la republicana (corona mural). La “nueva” bombeta adoptada en 1934, obviamente, eludía este problema.


En todo caso, el ejemplar que muestro aquí corresponde a la versión de 1934,  lo que, unido al hecho de que como veremos nuestro coronel se sumó al bando de los sublevados, hace que el sable tuviese que ser producido necesariamente en el bienio 1934-36.

Lleva hoja niquelada de 78,8 cm de largo, medida apropiada para su uso a pie, y su estado es impecable, por lo que muestra la elegancia y limpieza de líneas que caracterizaba a estos sables. La hoja, producida en la Fábrica Nacional de Toledo y del estricto tipo reglamentario Puerto-Seguro, tiene en su vaceo una larga e informativa inscripción bellamente enmarcada en un cartucho, que es la que nos ha traído hasta aquí:

LOS SUBOFICIALES DEL REGIMIENTO DE ARTILLERÍA LIGERA Nº 16
AL SR. CORONEL DON ANTONIO CORSANEGO WAUTERS-HORCASITAS.


¿Cómo no tratar de averiguar algo más sobre el coronel Corsanego?

El hombre: primeros años

Según el anuario militar de 1936, Antonio Corsanego Wauters-Horcasitas nació el 24 de abril de 1878, ingresando en el ejército el 1 de septiembre de 1895. 

Aunque su primer apellido, nada corriente, ya figura en venerables documentos del ámbito militar, tales como el Estado General de la Real Armada del lejano 1815, por lo que cabe suponerle miembro de una familia de rancia tradición castrense, la primera referencia formal que apunta a don Antonio Corsanego es una Real Orden de ascensos fechada el 14 de julio del año 1900, recogida en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra del día siguiente, por el que se le concede el empleo de primer teniente, junto a una relación de otros segundos tenientes alumnos, por haber "terminado con aprovechamiento todos sus estudios". Por lo tanto, en dicha fecha abandona la academia de Artillería y se incorpora al servicio activo. 

Posteriormente se encuentra un despacho del Ministerio de la Guerra, recogido igualmente en su Diario Oficial, de fecha 18 de febrero de 1904, por el que a nuestro hombre, proveniente del batallón de la plaza de Menorca, se le destina al 3er regimiento de Artillería de Montaña.

En agosto de 1908, aún con el grado de primer teniente, figura en una relación de personal inscrito a un curso de instrucción de Tiro, encuadrado en el mismo regimiento, según recoge el Diario Oficial antes citado.

Por cierto, dada la exótica procedencia de parte de su segundo apellido, de apariencia flamenca o alemana, tan pronto se le cita como “Wauters”, “Wanters” o, incluso, “Waters”, cosa a la que deberemos acostumbrarnos. Asumimos que la grafía correcta es la que figura en su sable, pues no es lugar donde sus suboficiales se pudiesen permitir un error.

Lo interesante comienza en 1910. Según advierte el periódico “La Correspondencia de España” en su número de 28 de enero de ese año, al capitán Antonio Corsanego, del Grupo de Artillería del Campo de Gibraltar, junto a una extensa lista de otros oficiales de muy diversos cuerpos, se le concede una recompensa en forma de Cruz Roja del Mérito Militar sencilla (no pensionada, por tanto). Aunque no se expresa en el texto, y dado que la Cruz con distintivo rojo está reservada a las acciones armadas en tiempo de guerra, cabe situar estas recompensas en el contexto de la Guerra de África, en aquél entonces en intermitente ebullición. Por lo tanto, junto a su ascenso a capitán, Corsanego aparece vinculado a hechos de armas en una carrera militar por lo demás activa.

Como confirmación de este hecho, el diario ABC se refiere en su edición del 21 de diciembre de 1911 a una relación de oficiales recompensados con la notable Cruz de María Cristina por las operaciones del Kert. Entre ellos figura nuestro capitán, junto a otros participantes en las importantes operaciones en el entorno de dicho río, al oeste de la zona de influencia de España próxima a Melilla, que se desarrollaron entre agosto de ese año y mayo del siguiente.

Dentro de esta misma campaña, un artículo publicado igualmente en el ABC, de fecha 13 de enero de 1912, señala el buen comportamiento de la artillería en esta campaña, destacando de forma especial por los combates del 22 al 27 del mes anterior a un reducido número de baterías, entre las que se encontraba la del capitán Corsanego, afirmando que “se portaron de un modo insuperable, sin que en ningún momento las detuviesen obstáculos ni pasos difíciles”. Se trata de una acción por tanto posterior a la concesión de la Cruz de María Cristina, lo que indica que Corsanego se mantenía destacado en el combate.

No es sorprendente por tanto que pocas semanas después, el día 3 de marzo de 1912, ese mismo periódico dé noticia de un listado de ascensos entre los que se encuentra D. Antonio Corsanego Wanter-Horcasitas (ya advertimos de las muchas variantes de su apellido), que en ese momento pasa a tener empleo de comandante.

No obstante, en este mismo diario, a 20 de abril de aquel año 1912, se indica que ha sido devuelto a su anterior grado de capitán,  retornando al mismo regimiento donde ya servía con ese empleo. Esto es debido a que todos los oficiales artilleros firmaban en el momento de salir de la academia un libro, el libro de la renuncia, en el que se comprometían por su honor a renunciar a cualquier ascenso por mérito de guerra, siendo la antigüedad el único que regía el escalafón (la conocida como "escala cerrada" de Artillería). Indudablemente D. Antonio Corsanego hizo honor a esa promesa y renunció a su ascenso. Por tanto, y como era la costumbre, la Cruz de María Cristina le fue concedida en permuta por la renuncia a tal ascenso por méritos de guerra.

Será por tanto uno de los 16 oficiales artilleros que en 1926 fueron ascendidos retroactivamente, por decreto de Primo de Rivera cuando se enfrentó al Cuerpo de Artillería y trató de imponer el fin de la escala cerrada. Esto acabaría con la disolución del cuerpo de Artillería el 5 de septiembre de 1926, como es conocido, para ser restablecido tiempo después. Pero eso es otra historia, que ha sido ya contada en otras ocasiones, y que no repetiremos aquí.

Cambio de rumbo

Hasta ahora, vemos una carrera de ascensos por méritos de guerra bastante rápida, pues quien en 1908 es teniente en 1912 ya es comandante (aunque de forma breve, como hemos visto), y al parecer de sus contemporáneos ciertamente intrépida. En una palabra, un artillero de campaña en toda regla.

Pero todo pasa en esta vida, y en 1920 el Memorándum de la Academia de Artillería de Segovia nos da cuenta de un hecho en cierto modo sorprendente: Antonio Corsanego figura como parte de la plantilla de profesores de la Academia, con grado de comandante, para el curso 1920-21. En concreto, dedicado a “Descriptiva” dentro del Departamento de Material.

Por “Descriptiva” debe entenderse ese capítulo de la Geometría dedicado a las representaciones convencionales de sólidos mediante su proyección en un plano.  Y no cabe duda de ello, pues hemos podido comprobar físicamente la existencia de estas dos obras, de puño de nuestro Comandante:

     “Nociones de la Teoría de las Sombras. Geometría Descriptiva”. Por D. Antonio Corsanego Wauters-Horcasitas, Comandante de Artillería. Imprenta de la Academia de Artillería, Segovia 1922.

“Nociones de Perspectiva Axonométrica y Perspectiva Caballera”. Por D. Antonio Corsanego Wauters-Horcasitas, Comandante de Artillería. Imprenta de la Academia de Artillería, Segovia 1926.

Ambas las he hallado encuadernadas junto con otras del Plan de Estudios de la Academia, para uso de alguno de sus alumnos. Aparte de confirmarnos su nueva dedicación, parece que plena, al mundo académico, nos permiten verificar, ya sin duda alguna, la correcta escritura de sus apellidos. Por otra parte, de su lectura y la buena traza de sus ejercicios se desprende que nos encontramos ante un profesor de dibujo técnico bien dotado para la materia.

De nuevo en armas

No me cabe duda de que para un militar ya maduro y baqueteado en campaña, su destino en la Academia de Artillería podría haber sido el definitivo. Parece difícil volver, después de unos años, desde el cordial batallar diario con sus alumnos, a la batalla real contra el enemigo.

Pero precisamente esto es lo que sucedió, aunque no inmediatamente. Como un primer paso, y suponemos que como consecuencia de la refundación del estamento artillero, La Voz de Galicia le sitúa el 2 de julio de 1931 como teniente coronel en el Rgto. Ligero de Artillería numero 16, de guarnición en La Coruña. 

Y, claro está, tenemos su sable, cuya fecha de producción hemos situado entre 1934 y 1936, que le sitúa en el Regimiento de Artillería Ligera Nº 16, y muy significativamente, con el grado de coronel.

Efectivamente, confirmando este hecho el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra de fecha 3 de enero de 1936 recoge el ascenso a coronel, junto a otras promociones de jefes y oficiales, de "D. Antonio Corsanego Wauters-Horcasitas, del regimiento ligero número 16". Aclara esta disposición que este personal quedará "en la situación de disponible forzoso en las divisiones en que actualmente pertenecen, hasta que les corresponda ser colocados."

Es evidente, atendiendo a lo expresado en la dedicatoria de la hoja de su sable, que este hecho fue objeto de reconocimiento por parte de sus subordinados. El sable, por tanto, es un presente a modo de recuerdo y despedida, puesto que ya le esperaba un nuevo destino, consecuencia de su promoción

Efectivamente: confirmando este hecho, una nota de sociedad en  La Voz de Galicia, del 5 de febrero de 1936, ¡recoge la entrega del mismo sable que dio origen a este artículo! El texto dice: "Las clases del Regimiento de Artillería, de guarnición en esta plaza, agasajaron con un valioso sable, costeado por ellas, a su jefe don Antonio Corsanego, festejando así su ascenso a coronel. Con tal motivo se celebró una simpática fiesta.". Impagable referencia que, por mayor completitud, incluye hasta una foto del acto de entrega. Imagen que se publicó igualmente en el diario Ahora de Madrid,  tan sólo unos días después, el 8 de febrero, y que por su mayor calidad reproducimos aquí. Incluso puede apreciarse al ya veterano Coronel, próximo a cumplir los 58 años de edad, sosteniendo el arma con que se le obsequió, si bien parcialmente oculta por una botella del vino que sin duda se consumiría a continuación.


Un momento de celebración: la entrega del sable a Corsanego por su ascenso a Coronel (febrero 1936)

Pocas veces se tiene una sensación tan fuerte de como los objetos pueden arrastrar consigo eventos y emociones de tanto tiempo atrás, como sucede en el caso de este sable. 

El Diario Oficial del Ministerio de la Guerra de fecha 4 de junio de 1936 da cuenta de su nuevo destino, al recoger una resolución de Presidencia de la República del 2 de junio que, mencionando su grado de coronel, le confiere el mando del Regimiento de Costa Nº 2. Este Regimiento estaba destinado por aquel entonces en la plaza gallega del Ferrol.

A la vista de la fecha de su nombramiento, no es necesario señalar los terribles acontecimientos que se aproximaban, y que iban a encontrarle al mando de una unidad operativa. Sin duda, el coronel Corsanego tendría un papel en los primeros días de la Guerra Civil, a favor de un bando u otro.

Según nos dice José López Hermida en su trabajo “(1936-1939): los días del Alzamiento en Ferrol: La Guerra Civil”, la situación en las fechas de la sublevación era la siguiente:

“El sábado 18 de julio de 1936, el coronel del Regimiento de Artillería de Costa nº 2 se hallaba disfrutando de su permiso de verano en La Coruña, teniendo por ello el mando accidental del mismo el teniente coronel don José de Fano y Díaz.”

Nada fuera de lo común para un mes de julio. Lástima que aquél no fue un mes de julio cualquiera. Se reciben noticias de la sublevación en el cuartel y la oficialidad decide sumarse a la rebelión, pero no se da ningún paso al no conocerse la disposición de otros cuerpos. Entre tanto regresa a su puesto el coronel Corsanego, cosa que sucede el día siguiente, 19 de julio.

“En ese preciso momento llega al acuartelamiento una noticia que excitará todavía más las ansias de pasar a la acción: cuatro tenientes que dos días antes habían llegado a Ferrol para efectuar un curso de prácticas en el Regimiento habían sido agredidos.”

Estos tenientes sostuvieron al parecer un altercado con simpatizantes de la izquierda, produciéndose un tiroteo y siendo reducidos a continuación por la policía municipal, a las órdenes del ayuntamiento socialista de la localidad.

Parece ser que nuestro experimentado coronel decide entonces que la suerte está echada, y es el momento de tomar partido. Envía fuerzas que liberan a estos oficiales, uno de los cuales estaba detenido en el Ayuntamiento, que bajo amenaza de asalto lo entrega a los artilleros. El enfrentamiento con las autoridades civiles ya es un hecho.

Los acontecimientos se precipitan. El 20 de julio el comandante de la plaza del Ferrol, general Ricardo Morales, declara formalmente en un bando su adhesión a la sublevación e implanta el estado de guerra, bajo severas advertencias en caso de incumplimiento. Como curiosidad, decir que el Bando finaliza con vivas a España y a la República…

El coronel Corsanego pone a sus hombres a disposición del alzamiento y comienzan los enfrentamientos callejeros con partidas armadas de fuerzas de la izquierda, ocupando diferentes lugares del Ferrol. Asimismo el regimiento de Corsanego combate contra parte de la marinería de las unidades navales y el Arsenal que, habiendo depuesto a sus mandos, se declararon fieles a la República. Finalmente el día 22 la villa se considera controlada para el bando nacional, siendo ello fruto, esencialmente, de los hombres a las órdenes del coronel Corsanego.

Con esto parece finalizar el papel más relevante de Antonio Corsanego en la contienda, pero esto no es así, aunque su actuación en el futuro se alejará en ocasiones del campo de batalla, para centrarse en los aspectos más oscuros de toda guerra.

La Guerra Civil

El contralmirante Azarola, al mando de las unidades de la marina amarradas en Ferrol, se negó a sumarse al bando sublevado por fidelidad al Gobierno que lo nombró, pero guardando al parecer simpatía por los ideales que movían la rebelión decidió echarse a un lado, abandonar el mando y considerarse arrestado.

Esto no le sirvió para librarse de un consejo de guerra que se celebró a las pocas fechas. Al fin y al cabo, los sublevados requerían fidelidad sin fisuras y su falta de acción había retrasado la de otras fuerzas al permitir que la marinería se hiciese con el control del Arsenal. Efectivamente, el 2 de agosto se celebra su consejo de guerra, al que el coronel Corsanego asiste como vocal suplente, sin llegar a intervenir en el mismo. Azarola es sentenciado a muerte y ejecutado de forma casi inmediata, resultado habitual en ambos bandos de este tipo de procesos, especialmente en los primeros meses de la guerra, de feroz sin cuartel al enemigo.

No obstante, parece que para nuestro coronel los consejos de guerra no eran una novedad. En diferentes fechas del año 1935 ya aparece  Corsanego como teniente coronel presidente de diferentes consejos de guerra. Se han encontrado al menos tres de ellos contra paisanos procesados por ofender de de palabra y obra a fuerza armada, situaciones comunes de la época convulsa que representó la II República. Por todo ello se le puede considerar experto en la administración de justicia militar.

Parece además que el coronel Corsanego era de absoluta confianza para los sublevados, pues el 14 del mismo mes de agosto, según informa el libro de Javier Rodríguez titulado ”El valor de un juramento. Militares y milicianos en defensa de la República”, Antonio Corsanego es reclamado de forma urgente para que se desplace a León, donde, esta vez sí, forma parte efectiva del consejo de guerra celebrado contra el capitán Juan Rodríguez Lozano y otros cinco oficiales desafectos. Todos serán igualmente sentenciados a muerte y ejecutados. Se da la curiosa circunstancia de que el capitán Rodríguez fue el abuelo de José Luis Rodríguez Zapatero, anterior presidente del gobierno español. La historia suele dar estas vueltas sobre sí misma.

Durante lo que resta del año 1936 aparece su nombre como vocal o presidente en al menos otros cuatro consejos de guerra distintos en  La Coruña. Señal clara de la importante depuración que se produjo en ambos bandos durante estos primeros terribles meses de la guerra.

En los meses siguientes se sabe que junto a ello Corsanego participa con las tropas de su unidad (sus cañones acaban armando a diversas unidades de la flota nacional) en el frente de Asturias, pero la siguiente referencia relevante a su persona se encuentra el año siguiente, cuando el 8 de noviembre de 1937, de nuevo, participa en un consejo de guerra. Se trata en este caso de juzgar al último director de la Fábrica de armas de Trubia al servicio de la República, artillero y militar profesional que decidió permanecer en su puesto mientras que milicianos y otras fuerzas se batieron en retirada ante el avance nacional. Se trataba del coronel José Franco Mussió, juzgado junto a otros oficiales de la fábrica.

Curiosamente este mismo coronel había sufrido en abril de ese año un juicio popular por parte del bando contrario, el gobierno republicano de la zona de Asturias, por sabotaje de la producción, instigado por el Partido Comunista con el fin de hacerse con el control de la Fábrica y cederla a técnicos soviéticos. De ese juicio se sabe que salió indemne, exculpado de todos los cargos y siendo repuesto en sus funciones.

En el posterior consejo de guerra de noviembre, tras la toma de la Fábrica por los nacionales, se dio la triste circunstancia de que el coronel Franco Mussió fue quien en su día cedió el mando del Regimiento de Costa Nº 2 al propio Corsanego. El sucesor en el mando juzgaba al compañero artillero que le precedió en aquél. Hechos así nunca debieron suceder, obviamente, pero como es sabido la Guerra Civil española estuvo muy lejos de ser una contienda en la que se respetasen, por uno u otro bando, las más elementales reglas de la guerra. Como previsible y triste consecuencia, el coronel Franco Mussió fue hallado culpable y fusilado en los días siguientes.

Conclusión

El coronel Antonio Corsanego sobrevivió a la guerra, dando fe de ello una anotación en el flamante Boletín Oficial del Estado, de fecha 30 de septiembre de 1939:

“nombrando, con carácter provisional, y en plaza de categoría superior Comandante general de Artillería del VIII Cuerpo de Ejército al Coronel de Artillería don Antonio Corsanego y Waters Horcasitas”

Aún a vueltas con su apellido, y aún con el grado de coronel, pero ahora con mando de general de la artillería de todo un Cuerpo de Ejército. Por qué no se le ascendió de forma inmediata y permanente al empleo de general, después de los servicios prestados a la causa de los nacionales, es un misterio, aunque un testimonio familiar cita alguna desavenencia con el general Franco en persona.

De hecho, según se recoge igualmente en el BOE, en fecha tan próxima como el 23 de junio de 1940 estaba ya retirado con derecho a cobrar pensión, incrementada por estar en posesión de la Placa de la Orden de San Hermenegildo. Consta efectivamente como retirado con la graduación de Coronel en la plaza de La Coruña, cuando contaba 62 años de edad.

Será de nuevo La Voz de Galicia, en su edición de La Coruña, quien nos informe de su muerte el 29 de julio del año 1956, a los 78 años de edad. Aunque, por no faltar a la tradición, sea en este caso su primer apellido el escrito incorrectamente como "Corsanegro". Estas confusiones le acompañaron,  a lo que parece, durante toda su vida.

El tiempo y las guerras hacen de los hombres, sucesivamente, jóvenes heroicos, notables académicos, y de nuevo combatientes, enfrentados a sus antiguos hermanos de armas. 

El coronel Corsanego fue uno de estos hombres.


© Juan José Pérez, 2017-2020

Nota: el artículo ha sido actualizado, corregido y aumentado en abril de 2020, Año I del Virus, recogiendo las aportaciones de nuestro comentarista firmante como CSF. Agradezco mucho su colaboración y maestría en la búsqueda de información.