viernes, 20 de mayo de 2016

Restauración de una Espada de los Reales Guardias de Corps.


Introducción: Una vieja amiga.

En un artículo anterior publicado recientemente en este mismo blog describí en detalle un ejemplar concreto de espada de montar perteneciente a un guardia de dicho cuerpo en tiempos de Carlos IV, situándola previamente en su contexto histórico.

Fig. 1 Espada de Guardia de Corps, 1.789

Ya entonces comenté que, lamentablemente, la guarnición de dicha espada carecía de uno de sus gavilanes, el de parada o exterior, lo que, sin detraer en nada su valor histórico, sí que menoscababa su aspecto estético, apreciado junto al anterior por todo aficionado al arma antigua. Por parte de varias personas se me sugirió algo que, aunque yo ya había considerado, no acababa de decidirme a hacer: restaurar este elemento y devolver a esta espada una apariencia más próxima a la original.

Toda intervención sobre una antigüedad debe ser un acto meditado. Y la decisión no fue sencilla: una restauración de este tipo implica añadir un elemento no original a una pieza antigua, lo que de por sí es discutible, pero además puede suponer la modificación, y en algunos casos sustitución, de alguno de sus componentes originales. Yo estaba dispuesto a aceptar lo primero, pero en modo alguno quería someter a esta vieja espada a alguna alteración de sus partes.

En el caso que nos ocupa la pieza perdida podía ser recreada con bastante exactitud, puesto que debió ser prácticamente idéntica al gavilán superviviente. En estas espadas de guarnición de conchas esto es una regla casi sin excepción. Este fue uno de los motivos fundamentales para animarme en mi empeño: no se trataba de una restauración “creativa”, donde cabe la especulación sobre la adecuación y exactitud de los elementos que se reponen, sino que en este apartado podía trabajarse sobre seguro.

El otro punto, sin embargo, me preocupaba. Para fijar el nuevo gavilán a la guarnición, sería necesario algún tipo de manipulación sobre la pieza. Una alternativa, e histórica además, es la reparación con soldadura de latón mediante el uso de un soplete o lamparilla. El resultado suele ser bueno, pues la soldadura es resistente y la línea de unión es fina. Además, el mayor brillo del latón frente al hierro tiende a disimularse con la pátina que el primero va adquiriendo. Por otro lado, era un método habitual de reparación en época y se usaba asimismo en la confección de otros elementos, como las vainas de chapa de hierro, fabricadas con chapa soldada a todo su largo. Otro método para unir estas piezas delicadas es la soldadura de hilo, técnica reciente que no he podido verificar, pero de la que he recibido informes positivos.

No obstante, ambos métodos presentan un requisito que, al menos a mi juicio, los hace indeseables: es preciso desmontar completamente la espada, para evitar, entre otras cosas, que el puño en madera simplemente se queme, o que un calentamiento excesivo del conjunto lleve a deformaciones y posteriores holguras. Pero desmontar una espada antigua supone correr el riesgo de dañar algunas piezas, así como tener que rehacer el extremo de la espiga para que ésta pueda remacharse de nuevo. Además, la alteración del remachado original es bastante evidente.

En este punto de la historia apareció Leonardo Daneluz, magnífico espadero y amigo, quien desde su Argentina natal me sugirió una posible solución.

El método a seguir

Veamos el estado inicial de la pieza y el defecto a restaurar. A continuación, una imagen de la guarnición de la espada en la que se aprecia la rotura:

Fig.2 Reverso de la guarnición previa a la restauración

Al ver el lugar de la rotura del gavilán, justo en su arranque, ente la patilla y el guardamano, Leonardo me sugirió lo siguiente: hacer un gavilán nuevo provisto de un tetón o espiga corta en su extremo, de un grosor tal que pudiese encajar en un pequeño taladro practicado en el plano de la rotura.  

Practicado con cuidado, este pequeño taladro, de unos 3 mm de diámetro, no debía causar daño alguno a la pieza por suponer una modificación mínima de la misma, en una zona ya de por sí modificada por la propia rotura. Una vez el gavilán encajase de manera perfecta, una pequeña cantidad de algún adhesivo para metales debería mantenerlo en su sitio y proporcionar una unión resistente.

En adición a esto, Leonardo se ofreció gentil y desinteresadamente a realizar el gavilán para mi espada, en un gesto que le agradezco y valoro especialmente, dada la habilidad que ha demostrado como espadero en repetidas ocasiones.

Con esto terminaron de despejarse mis dudas, y decidí acometer la restauración. El interés de la pieza lo justificaba, los riesgos parecían asumibles, y el resultado debía ser el esperado, siempre que se operase con prudencia.

El proceso

El estado de la guarnición era sólido en general, con una rotura bastante limpia en la zona próxima al arranque del guardamano, según hemos visto en las figuras anteriores.

El primer paso consistía, evidentemente, en procurarse un nuevo gavilán, lo más similar posible al que aún se conserva. Tomé medidas y fotografías de detalle que, convenientemente acotadas, pudiesen servir de guía a Leonardo para hacer la pieza con un océano de distancia entre ambos. Como es su costumbre, Leonardo realizó la pieza completamente a mano, en un espléndido trabajo de forja y lima, para recrear el moldurado del extremo del gavilán y su sección, que suavemente pasa de ser aproximadamente octogonal, en el extremo más alejado, a romboidal, conforme se aproxima a su unión con el resto de la guarnición, entre la patilla y el guardamano. Todo con las ligeras irregularidades que confieren a la pieza el sabor de lo hecho a mano, tal y como se fabricó, allá por el siglo XVIII, la espada a la que debía unirse. El resultado final que llegó a mis manos fue éste:

Fig.3 El nuevo gavilán, realizado por Leonardo Daneluz

Como se aprecia, la pieza guarda una gran similitud con el gavilán conservado en la espada, aunque sin ser completamente idéntico, lo que lo hacía perfecto para nuestro propósito. Un buen trabajo, desde luego.

El siguiente paso fue someter al gavilán a un proceso de envejecimiento que le confiriese un aspecto externo más acorde con el resto de la guarnición. No se trataba de ocultar la restauración, pues ésta siempre será fácilmente detectable con un mínimo examen, sino de que el conjunto final resultase armónico y coherente a la vista.

Para este proceso de envejecimiento se utilizó una mezcla de carácter oxidante vaporizada sobre la pieza, a la que se le permitió actuar durante unas horas antes de proceder a una limpieza muy leve. Tras observar el resultado, el proceso se repitió tantas veces como se consideró necesario, hasta alcanzar un aspecto similar al de la guarnición de la espada en términos de oxidación (leve picado y manchas irregulares). A continuación se consolidó el óxido, obteniéndose el siguiente aspecto envejecido:

Fig.4 El nuevo gavilán, tras el proceso de envejecido

Como puede verse, aunque el patrón de manchas es adecuado, el fondo de la pieza presenta un color demasiado claro. La solución para lograr ahora un oscurecimiento uniforme es proceder a un ligero pavonado. Con ello adquiere el siguiente aspecto:

Fig.5 Aspecto final del gavilán, tras el proceso de pavonado

Terminados los trabajos con el gavilán, el siguiente objetivo era la guarnición, en el paso más delicado de todo el proceso. En el punto de unión era necesario practicar un taladro de 3 mm de diámetro por 7 de fondo. Estas medidas no parecían comprometer la solidez de la guarnición, siempre y cuando el taladro se realizase con cierta precisión. Para ello, una vez sujeta la espada convenientemente en un banco de trabajo, se marcó la pieza con un punzón, y se utilizó de forma sucesiva una broca de 2 mm, otra de 2,5 y, finalmente, una tercera de 3 mm para terminar el taladro con el diámetro y profundidad previstos (fig. 6).

Fig.6 Aspecto del taladro en la guarnición


Una vez hecho esto, sólo fue necesario retocar poco a poco, con una lima fina para metal, la pequeña espiga del gavilán, hasta lograr que encajase, sin holgura, en el taladro. Tras ello se aplicó un fina capa de “soldadura en frío” epoxídica (tipo Nural 21 ó 27) en la superficie de la espiga y la base de la misma, procediendo a introducirla en su posición golpeando suavemente con un mazo de goma. Es muy importante aquí la correcta alineación de las aristas de la pieza y retirar el sobrante del adhesivo, cosa que una vez fraguado será muy difícil de hacer, por su gran dureza. El aspecto de la pieza en ese momento, con el nuevo gavilán ya en posición, era el que se muestra aquí:



Fig.7 Reverso de la guarnición, el gavilán ya montado

Aunque con alguna dificultad, podemos ver en la imagen de detalle que la fina línea de adhesivo visible (inevitable por las irregularidades de las superficies a unir) presentaba un color grisáceo más claro. Como esto me resultaba algo molesto, me permití la vieja licencia de aplicar una fina capa de betún de Judea con un pincel, cuidando de no excederme y retirando sobrantes con un algodón. Una vez seco resulta bastante estable, y su adhesión es buena, simulando una zona de óxido:


Fig.8 Vista anterior, unión retocada con betún de Judea

Aunque estos planos de detalle muestran una transición entre el acabado original y el envejecido, el resultado percibido a la distancia habitual de contemplación de la pieza resulta bastante convincente. El resultado final del trabajo es, por tanto, el que se muestra en estas vistas más generales. En ellas se aprecia que el gavilán no es completamente perpendicular a la hoja. Conscientemente se ha tratado de alinearlo con el gavilán del lado opuesto, con lo que se respeta la inclinación general de la guarnición. De ello resulta una apariencia quizá imperfecta, pero más coherente con la antigüedad de esta espada.



Fig.9 y 10 Resultado final de la restauración, anverso y reverso

Conclusiones

En estas breves líneas he tratado de exponer tanto las motivaciones, como el proceso y resultados finales de un ejemplo de restauración de una pieza en la que, aunque se ha tratado de recuperar parte del aspecto original de la misma, no se ha buscado borrar las trazas que el tiempo deja en toda espada. Esto es, se ha respetado su pátina original, y se ha envejecido el elemento añadido para aminorar cualquier efecto discordante. No obstante, la restauración puede ser detectada a simple vista tras un somero examen, ya que el objetivo nunca ha sido ocultarla por completo.

En cualquier caso, mi intención ha sido simplemente el mejorar la presentación de una pieza de indudable interés histórico, tratando a la vez de ser lo más respetuoso posible con la propia historia que esta espada atesora.

ã Juan José Pérez, 2005-2016

4 comentarios:

  1. Ha quedado fantástica. Tan sólo me ha faltado una foto general, tal como la primera, para ver que la pobre ya no está "coja".

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  2. Muchas gracias. Lo cierto es que sí, una foto general del resultado no hubiera estado de más, trataré de subirla cuando pueda hacerla.
    Saludos.

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  3. Que trabajo mas bonito y con que cariño se ha hecho. Enhorabuena por el resultado tanto a ti como a Leonardo!

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  4. Gracias por la parte que me toca, y más viniendo de un artesano experto como tú...¡saludos!

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